viernes, 28 de septiembre de 2012

Trabajo práctico 1º año sobre Teatro


Trabajo Práctico 1º año, 3º trimestre 2012, Lengua y literatura, Profesora Marcela Testadiferro
Tema: Género dramático
Los alumnos podrán optar entre dos alternativas:
1.       Presentación grupal de un acto o escena de los textos dramáticos vistos.
2.       Producción individual de una escena para uno de los textos dramáticos vistos.
Fecha de presentación o entrega: Semana del 15 al 29 de octubre
Opción 1:
Los alumnos deberán representar grupalmente un fragmento de algunas de las obras leídas (un acto de “La aventura de la cocinera”, “Falsas apariencias” (completo) o  un fragmento de al menos  4 páginas  de “La ratonera”). La cantidad de alumnos en el grupo dependerá del texto elegido, entendiendo que todos deben tener una participación equitativa.
La duración de la interpretación deberá ser de entre 7 y 10 minutos. Los alumnos podrán preparar música, escenografía y vestuario si lo consideran adecuado, aunque estos aspectos no serán los más relevantes en la calificación.
Para la evaluación, se tendrá en cuenta especialmente la seriedad en la interpretación de los parlamentos y su memorización (risas y olvidos serán evaluados negativamente).
Cabe aclarar que los alumnos espectadores también serán evaluados por su actitud ante las presentaciones.

Opción 2:
Los alumnos deberán presentar individualmente un fragmento de al menos 20 líneas para ser incorporada en una de las obras vistas. La misma deberá ser acorde con el resto de la obra, por lo cual es indispensable conocer los textos. Los alumnos deberán indicar su ubicación, transcribiendo el parlamento anterior y/o posterior, y el acto en el que se ubica. La presentación se hará con las mismas pautas de otros trabajos prácticos, a saber:
·         El mismo deberá ser tipeado la tipografía: Times New Roman, tamaño 12. Además, deberá ser entregado en una carpeta rígida o semirrígida.

jueves, 9 de agosto de 2012

Trabajo práctico para 2º B, Ciencia ficción


Trabajo práctico 2º B - Lengua y literatura – Profesora Testadiferro – Tema Ciencia Ficción

Pautas de trabajo
Fecha de entrega: hasta el 24/08
El trabajo debe ser individual; tipeado con un procesador de texto (Times New Roman 12) y entregado en una carpeta rígida o semirrígida.

Consignas

1)      Explicá por qué la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, así como la película de Michael Winterbottom, Código 46,  responden a los rasgos de la ciencia ficción, utilizando los apuntes de la carpeta y/o la información del libro. No se trata simplemente de copiar la definición sino de justificar lo que se dice con ejemplos.
2)      En las dos sociedades, la del filme y la de la novela, las personas son controladas por el estado. ¿De qué forma ocurre en cada caso?
3)      “Código 46” introduce la problemática que el desarrollo de la clonación puede provocar en las relaciones humanas. Escribí un texto de opinión, de al menos 15 líneas, analizando cómo la aproximación génetica puede o no determinar la atracción o el amor entre los seres humanos, teniendo en cuenta lo que plantea el filme.
4)      Diferenciá el “afuera” y el “adentro” que presenta el film. ¿Tiene semejanzas con el mundo en el que vivía Montag y el que elige al final de la novela?
5)      Imaginá el diálogo que mantuvieron Beatty y Mildred cuando ella denunció a Montag. Tené en cuenta que la alarma ya había sido dada anteriormente. (20 líneas)
6)      Escribí en al menos 7 líneas cómo continuó la vida de María González luego de haber sido separada de William.
















miércoles, 8 de agosto de 2012

Para 2º A, trabajo práctico ciencia ficción


Trabajo práctico 2º A - Lengua y literatura

Pautas de trabajo
Fecha de entrega: hasta el 22/08
El trabajo debe ser individual; tipeado con un procesador de texto y entregado en una carpeta rígida o semirrígida.

Consignas
1)       Después de ver la película “Código 46” de Michael Winterbottom, escribí un ensayo comparando la sociedad presentada en “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury y la del filme. (15 líneas como mínimo).
Un ensayo es un texto de opinión en el cual se exponen ideas, priorizando el estilo antes que el  rigor científico. Es decir, en él se busca expresar las ideas con belleza y no exclusivamente a través de procedimientos explicativos y argumentativos. Encontrar un título para el ensayo es un buen punto de partida.
2)      Después de leer la reseña cinematográfica que sigue, respondé:
a)       ¿Qué otras películas realizó este director?
b)       ¿Por qué el periodista dice que la película muestra un modelo clásico?
c)       ¿Con qué se relaciona el título de la película?
d)       ¿Cuál de los actores tiene un mejor desempeño, según Diego Lerer? ¿Por qué?
e)       El periodista concluye que el mundo del filme no difiere demasiado del nuestro. ¿Por qué?


Clarín, 3 de noviembre de 2005
CINE: CRITICA
¿Debo irme o quedarme?

“Código 46", del británico Michael Winterbottom, cuenta una historia de amor en un futuro cercano.
Diego Lerer
“El futuro llegó hace rato", cantaban los Redondos y ese tema bien podría servir de apertura, leit-motiv o cierre para este particular ensayo de ciencia ficción del director de Manchester: la fiesta interminable, Michael Winterbottom. Aquí, el futuro es una versión ligeramente modificada del presente, con grandes corporaciones controlando la vida de las personas y un extenso universo de desposeídos que viven "afuera" del sistema. Versión "del otro lado" de la anterior película de Winterbottom, la premiada e inédita aquí In This World, en la que mostraba como dos exiliados de Oriente Medio trataban de llegar al Primer Mundo, Código 46 muestra a los que viven en una versión fast-forward de ese Primer Mundo y tratan de no caerse afuera.

La trama recrea un modelo clásico de la ciencia ficción distópica: ¿qué pasa cuando una o dos personas quieren liberarse de un mundo perfecto que demuestra no serlo? Aquí, los personajes "orwellianos" son William (Tim Robbins) y María Gonzalez (Samantha Morton). Para resolver un caso de fabricación de pasaportes falsos, él es enviado a Shanghai, y una vez allí descubre quién es la responsable del delito: la intrigante María. Pero el problema es que se enamora de la chica y debe resolver si reportarla a las autoridades o escaparse con ella.
El asunto en Código 46 es bastante más complejo que eso: el título está relacionado con una cruza genética prohibida dentro de las reglamentaciones de un mundo donde todos son hijos de clones fecundados in vitro. Y ese "código" aparecerá para obligar a los personajes a tomar fuertes decisiones. En un mundo donde la memoria puede ser borrada quirúrgicamente, donde aparece un miembro de The Clash (Mick Jones) haciendo un karaoke del clásico de su banda que da título a esta crítica, donde los idiomas se mezclan para conformar un funcional esperanto (español, francés, árabe, italiano y mandarín se cuelan con el inglés) y donde nada deja de estar controlado y vigilado, el precio del confort se ha vuelto demasiado alto.

Con ecos de 1984 y una estética que podría definirse como un Blade Runner de bajo presupuesto filmado por un émulo de Wong Kar-wai (la fotografía, la cámara lenta, la voz en off), el filme funciona más como reflexión poética y visual sobre el presente inmediato que como thriller futurista. Si Wong filma una película cada cinco años y Winterbottom una cada cinco meses, bien se podría pensar que esta historia del futuro podría haber sido aprovechada por el realizador de 2046 para su trunca historia de ciencia ficción (¿tendrá algo que ver la similitud númerica de ambos filmes?).
Winterbottom acarrea el peso de ser considerado un cineasta "posmoderno", como si esa estética armada de curiosas yuxtaposiciones, esa ironía permanente, esos cambios de estilos y temáticas, y esa rapidez en filmar fuera un pecado. Le costó años ser tomado en serio en el mundo del cine, pero no hay duda que se trata de un director que no le teme a los riesgos (vean sino Nine Songs, su película compuesta sólo de escenas de sexo y conciertos de rock) y que logra transmitir sensaciones con recursos puramente visuales y sonoros.

Si bien la historia de amor nunca termina de ser del todo creíble (Robbins parece tomarse todo demasiado al pie de la letra), el rostro, la voz y los ojazos de Morton (Minority Report) transmiten la angustia de vivir en un mundo donde la identidad está en duda, los recuerdos pueden ser falsos y el amor es sólo una circunstancia pasajera que se puede olvidar si alguien oprime las teclas adecuadas oportunamente. Un mundo no muy diferente al nuestro.


domingo, 13 de mayo de 2012

Até passarinho passa

Aquí la versión original, más abajo mi traducción que quizá no sea la mejor.


Até passarinho passa –– Bartolomeu Campos de Queirós, São Paulo, Moderna, 2003.


Nossa casa já não existe. Como tantas outras coisas, ela passou. Mas naquele tempo ela tinha uma pequena varanda forrada de ladrilho xadrez, frio e limpo. Galhos do maracujá cresciam e se enroscavam com ternura na madeira do telhado. E suas flores, brincos roxos de princesa, viviam breves, dependuradas como estrelas em um céu baixo que as mãos podiam tocar. O outro céu ficava muito longe e demandava tempo encontrá-lo. Eu não sabia se os frutos engoliam as flores ou se as estrelas se transformavam em frutos. Os olhos não davam conta de acompanhar as transformações. A natureza era lenta e os olhos muito aflitos.

O certo é que de repente as flores se despediam sem guerras e os frutos brotavam, devagarinho, em seus lugares. Cresciam sem pressa e amadureciam em seu ritmo. As borboletas, carregadas de arco-íris, pintavam assustadas o ar com sete cores, carregando em seus vôos o exagero do poente. Abelhas, procurando doçuras, visitavam o miolo das flores, negociando a música de suas asas pelo mel. As cigarras serravam a tarde invadindo nossos ouvidos com um canto sem perdão. E, se o vento soprava, era para anunciar que um nada transparente e concreto varria o mundo expulsando o calor, afagando com brisa a natureza.

Quando o dia suspeitava escurecer, inaugurando a tarde, um sossego rico em paz descansava sobre nossas conversas e incertezas. Longe, as nuvens viajavam ligeiras para o horizonte buscando derradeiros tons nos restos da luz do sol partindo. Os vaga-lumes, sem congestionarem a noite, pingavam dois pontos de luz no escuro. A imaginação completaria as orações feitas de segredos insuspeitáveis. E o nosso alpendre, frio e limpo, se fazia lugar para as perguntas, as dúvidas, os enigmas e por vezes as lamúrias. Queixava-se das partidas, das perdas, dos desencontros e da brevidade da vida. A noite fechada, depois de matar o dia, consentia a dança de miúdos insetos em volta da lâmpada de luz branda. Era uma dança circular e agitada, até cair as asas de vidro pelo ladrilho frio e limpo. Morriam de muito dançar, eu me espantava.




Mas, no calor do dia vagaroso, os passarinhos aproximavam para colher as migalhas dos bolos, que caíam de propósito de nossas mãos sobre o ladrilho frio e limpo. Bicavam apressados esses preciosos pedacinhos, como garimpeiros catam em suas bateias tesouros entre areias. Acostumados com nossos olhares permissivos e amáveis, eles circulavam, entre nós, sem sustos, mas com disfarçada intimidade. Nos visitavam sem canções mas sem nos negar sua secreta poesia. No corpo dos passarinhos está escrito um poema que assusta até a alma mais desavisada. Sua leveza traz uma festa desmedida, capaz de invejar os mais contidos.

Havia de tudo em nossa varanda: suspiros, suspeitas e sonhos. Menos o medo, pois a beleza era mais forte e não deixava o tempo nos assustar. Nossa amizade com a natureza persistia acima de todas as coisas e nada nos surpreendia. Nem os mistérios, que eram tantos, tentávamos desvendar. Era bom viver em suposições e cercados de fartos acontecimentos por adivinhar. Cada dia um encanto tomava lugar do outro. O mundo, assim obscuro, exigia um olhar mais delicado, um pensamento mais cauteloso.

Eu possuía, já naquele tempo, alguma pequena tristeza trazida pela chuva fina, pelo absurdo do presente, pelo convite que a madrugada trazia para viver mais um dia. A beleza me sufocava. Essa tristeza não permitia minha vida ser mais completa. Faltava sempre alguma coisa sem resposta, alguma interrogação sem desconfiar da pergunta. Era um incômodo capaz de tornar adoecida a felicidade. Minhas penas não cobriam o corpo nem aqueciam meus pesares. Apenas esfriavam meu coração.

Mas eu não encontrava sinal de tristeza na existência dos passarinhos. Um sempre contentamento brilhava entre suas penas. Todo o universo Ihes parecia ser construído apenas de deslumbramentos. Seus pés, com passos miúdos percorriam os quatro cantos do alpendre pelo prazer de andar, sem conhecer a rosa-das-ventos. O norte estava onde o desejo apontava. Só exercitavam as asas quando a distância era longa e o vazio muito largo. Uma bonita preguiça eu percebia em seus gestos, quase sempre. Então esticavam as asas, abrindo-as em concha, cobrindo a cabeça e protegendo os pensamentos como se fossem pérolas. Cada movimento dos passarinhos permanecia gravado em mim como um modelo de rigorosa criação.

Nunca me indaguei, no silêncio do alpendre, se passarinho pensava. Meu espanto e minha inveja eram pelos seus vôos. Voar não me parecia tarefa simples. Primeiro era preciso o vazio, o nada, o aberto, o sem-fronteiras. Isso interrompia minha esperança. Eu vivia sempre rodeado de impossibilidades, vigiado por paredes, muros e grades. Minhas asas só existiam para sonhar. E voar exige deslocamentos. Em sonho o vôo é apenas uma mentira. Mas, se os passarinhos não pensavam, eu acreditava que pressentiam a chegada da noite, a ameaça da chuva, o percurso dos ventos.

Diferenciavam o grão da pedra, conheciam a madureza dos frutos apenas pela cor, observavam a profundeza das poças para os banhos, sentiam a ameaça dos olhares e temiam o perigo das gaiolas. E mais, eles compreendiam que para viver era preciso ninhos, tecidos com gravetos e cuidados, em lugares ocultos e seguros. Mesmo longe da terra eles necessitavam de um abrigo. Ter um ninho é poder retornar, é ter um lugar de repouso, uma referência, um agasalho. E, se eu encontrava, desavisadamente, alguma promessa de outras vidas dentro de seus ninhos, fazia de conta que não via para não gorá-Ios.

E como eu amava esses passarinhos! Eram vírgulas delicadas pontuando o vazio e as suspeitas. Quando eles surgiam, em bando ou solitários, meu coração deixava de bater para não assustá-Ios. Meu corpo ficava imóvel para não impedir suas procuras. Minha respiração interrompida fazia surgir uma pausa necessária para inaugurar uma liberdade mais definitiva. E minhas mãos cruzadas prometiam avisá-Ios que só os tocaria com o olhar. Eu pensava que para amar passarinho só os olhos bastavam. Mas eu sofria de uma coceira incômoda na palma da mão. Vontade de pentear suas penas com meus dedos.

Mas havia naquele tempo, entre tantos outros, um passarinho que eu mais amava. Ele chegava transportado por um vôo raso. Pousava sobre a grade da varanda, olhando por todos os lados. Parecia querer estar só comigo, eu pensava com vaidade. Depois me pedia licença para entrar, como se precisasse. Eu, que aguardava ansioso sua presença, recebia sua chegada como se Deus me visitasse. Percebendo meu consentimento, ele pisava o ladrilho frio e limpo. Andava com cuidado para não se machucar. Ele conhecia os perigos do chão. No ar não existe caminho traçado, todo espaço é direção. Na terra sofre-se de muitos impedimentos. Não me pedia nada, esse amigo amado, nem se mostrava interessado em migalhas. Nossa felicidade era maior: estar face a face, sem susto ou posse. Trazia uma música na garganta, mas nunca pude escutá-la. Ele apreciava em silêncio minha varanda e a amava pelo que havia nela de frio, limpo e quietude.

Mas eu nunca soube seu endereço. Devia morar por perto, entre os abraços das folhas com o telhado. Bastava a tarde se armar para que ele se escondesse, de improviso, entre os ramos e o telhado. Nunca me dizia adeus. Devia acreditar que a vida era para sempre e que depois de cada dia haveria outro dia, eternamente. Também eu não cogitava do tempo, muito embora, e por tantas vezes, ouvia falar do céu, lugar em que todos iam morar para sempre, entre anjos. E passarinho, para virar anjo era fácil. Já possuía asa, leveza e flauta.

Assim vivíamos. Nossa varanda era um lugar de visitas. Nela, a natureza, em surdina, floria, crescia, mudava de acordo com as estações. E o meu amigo passarinho aquecia, com seu amor, a paisagem fria e limpa. Mesmo pequena, nossa varanda escondia pólen, exalava perfume, permitia a brisa, assistia ao amadurecimento dos frutos e recebia o dia e a noite sem preconceitos. Minha varanda não dormia. Havia sempre rumores de vida em crescimento, insetos entre suas folhagens e sombras, ruídos de raízes em crescimento.
Bastava ter ouvidos para escutar.

Tudo se deu em uma única manhã. Acordei cedo com a madrugada entrando em meu quarto pelas frestas da janela. Uma saudade incômoda me fez levantar sem preguiça. Saí para a varanda carregado por um espanto ainda desconhecido. Não me lembro de ter sonhado. Sempre tive medo da verdade dos sonhos. Mas, como um passarinho, eu pressentia que um inverno havia chegado. Olhei para o chão e vi um pequeno embrulho de penas. Soltei meu coração que passou a bater pelo corpo inteiro. Minhas pernas tremeram e por um instante tentei me convencer de que tudo era um engano. Cheguei mais perto, com os olhos embaçados de perda e susto.

Ali restava meu passarinho, coberto de penas e imóvel. Fiquei encolhido num canto da varanda, agora mais fria e limpa. Não sabia quem estava mais morto. Aos poucos, um vazio foi tomando conta do meu mundo. Descruzei as mãos e o passarinho não se assustou. Permaneceu parado, sem mais possibilidades de vôos, sem necessidade de ninho, sem se alegrar com minha presença. Não pensei em pentear suas penas com meus dedos. Continuei fiel às nossas promessas. A água dos meus olhos trouxe para minha boca um gosto de mar. Meu corpo inteiro se afogava numa tristeza exagerada. Não havia remédio capaz de remediar a sua partida, solucei. Tentei me consolar imaginando um céu com anjos e asas, sem dias e noites. Mas nada abrandava meu luto. Chorei baixo como se fosse possível esquecer com as lágrimas a ausência de um definitivo amor.

Entre meus guardados havia uma caixinha de papelão colorida, estampada com nuvens e estrelas. Busquei sem revelar para ninguém o seu destino. Forrei com algumas folhas mortas trazidas pelo vento, umedecidas pelo orvalho. Procurei tornar macio seu último ninho. Em volta da casa havia um canteiro de flores. Escolhi uma sombra e cavei uma pequena cova.

Deitei no fundo o corpo do meu amigo, agora sem canto ou vôo. Cobri com terra, ternura e desalento. Encontrei uma pedra rolada e branca como um ovo e coloquei sobre o lugar. Prometi ao meu amigo nunca revelar sua partida nem sussurrar sobre nossa amizade. Guardaria só para mim tamanha saudade. Passei o resto do dia assentado no alpendre frio e limpo, sem olhos para mais nada. Meu coração estava cheio de vazio. Quando a noite chegou fui para a cama definitivamente só, sem ter a esperança como companheira. Nem futuro eu guardava. Com o cobertor enrolei o meu corpo por inteiro. E no escuro da primeira noite, em crua solidão, só um pensamento cruel e claro me acompanhava: até passarinho passa.



Hasta el pajarito pasa… (Traducción al español)






Nuestra casa ya no existe. Como tantas otras cosas, ella dejó de existir. Pero en aquel tiempo tenía una pequeña terraza techada con ladrillo, frío y limpio. Racimos de maracuyá crecían y se enroscaban con ternura en la madera del tejado. Y sus flores, aros violetas de princesa, vivían breves, colgadas como estrellas en un cielo cercano que las manos podían tocar. El otro cielo quedaba muy lejos y llevaba tiempo encontrarlo. Yo no sabía si los frutos se tragaban las flores o si las estrellas se transformaban en frutos. Los ojos no podían acompañar las transformaciones. La naturaleza era lenta y los ojos miraban muy angustiados.



Lo cierto es que de repente las flores se despedían sin dar batalla y los frutos brotaban, despacito, en sus lugares. Crecían sin prisa y maduraban a su ritmo. Las mariposas, cargadas de arco iris, pintaban asustadas el aire de siete colores, cargando en sus vuelos la exageración del poniente. Las abejas, buscando dulzuras, visitaban el corazón de las flores, negociando la música de sus alas por la miel. Las cigarras dividían la tarde invadiendo nuestros oídos con un canto sin perdón. Y, si el viento soplaba, era para anunciar que una nada transparente y concreta barría el mundo expulsando el calor, acariciando la naturaleza con la brisa.



Cuando el día sospechaba la oscuridad, inaugurando la tarde, un sosiego rico en paz descansaba sobre nuestras conversaciones e incertezas. Lejos, las nubes viajaban ligeras por el horizonte buscando los tonos últimos en los restos de luz del sol que estaba partiendo. Las luciérnagas, sin congestionar la noche goteaban dos puntos de luz en la sombra. La imaginación completaría las oraciones hechas de secretos insospechables. Y nuestra terraza, fría y limpia, se hacía lugar para las preguntas, las dudas, los enigmas y a veces los lamentos. Se quejaba de las partidas, de las pérdidas, de los desencuentros y de la brevedad de la vida. La noche cerrada, después de matar el día, consentía el baile de pequeños insectos alrededor de la lámpara de luz débil. Era un baile circular y agitado, hasta que caían las alas de vidrio por el ladrillo frío y limpio. Morían de bailar tanto y yo me espantaba.



Pero en el calor del día tranquilo, los pajaritos se aproximaban para recoger las migajas de las tortas, que caían a propósito de nuestras manos sobre el ladrillo frío y limpio. Picoteaban apurados esos preciosos pedacitos, como los buscadores de metales buscan en sus cribas tesoros entre las arenas. Acostumbrados a nuestras miradas permisivas y amables, circulaban entre nosotros, sin miedos, pero con una intimidad enmascarada. Nos visitaban sin canciones pero sin negarnos su secreta poesía. En el cuerpo de los pajaritos está escrito un poema que asusta hasta al alma más distraída. Su levedad trae una fiesta desmedida, capaz de ser envidiada por los más reprimidos.



Había de todo en nuestra terraza: suspiros, sospechas y sueños. Menos miedo, porque la belleza era más fuerte y no dejaba tiempo para que nos asustáramos. Nuestra amistad con la naturaleza persistía encima de todas las cosas y nada nos sorprendía. Ni siquiera intentábamos develar los misterios, que eran tantos. Era bueno vivir entre suposiciones y cercados de abundantes acontecimientos por adivinar. Cada día un encanto tomaba el lugar de otro. Así oscuro, el mundo, exigía una mirada más delicada, un pensamiento más cauteloso.



Yo tenía, ya en aquel tiempo, alguna pequeña tristeza traída por la llovizna, por el absurdo del presente, por la invitación que la madrugada traía para vivir un día más. La belleza me sofocaba. Esa tristeza no permitía que mi vida fuera más completa. Había siempre alguna cosa sin respuesta, alguna interrogación sin desconfiar de la pregunta. Era una incomodidad capaz de enfermar la felicidad. Mis penas no cubrían mi cuerpo ni calentaban mis pesares. Solamente enfriaban mi corazón.



Pero yo no encontraba ninguna señal de tristeza en la existencia de los pajaritos. Una alegría permanente brillaba siempre entre sus plumas. Les parecía que todo el universo estaba construido únicamente con deslumbramientos. Sus pies, con pasos pequeños recorrían los cuatros puntos cardinales del techo de la terraza por el mero placer de andar sin conocer la rosa de los vientos. El norte estaba donde apuntaba el deseo. Solamente ejercitaban las alas cuando la distancia era larga y el vacío muy extenso. Yo percibía una pereza bonita en sus gestos, casi siempre. Entonces extendían las alas, formando un caparazón que cubría su cabeza, protegiendo los pensamientos como si fuesen perlas. Cada movimiento de los pajaritos quedaba grabado en mí como un modelo de rigurosa creación.



Nunca me pregunté, en el silencio de la terraza, si el pajarito pensaba. Tenía espanto y envidia por sus vuelos. Volar no me parecía tarea simple. Primero era preciso el vacío, la nada, lo abierto, el sin-fronteras. Eso interrumpía mi esperanza. Yo vivía siempre rodeado de imposibilidades, vigilado por paredes, muros y gradas. Mis alas sólo existían para soñar. Y volar exige desarraigos. En el sueño el vuelo es solamente una mentira. Pero, si los pajaritos no pensaban, yo creía que presentían la llegada de la noche, la amenaza de la lluvia y el recorrido de los vientos.



Diferenciaban las semillas de las piedras, conocían la maduración de los frutos solamente por el color, observaban la profundidad de los charcos para sus baños, sentían la amenaza de las miradas y temían el peligro de las jaulas. Y también, comprendían que para vivir es necesario tener nidos, construidos con ramitas y cuidados, en lugares ocultos y seguros. Aunque estuvieran lejos de la tierra, necesitaban un refugio. Tener un nido es poder volver, es tener un lugar de reposo, una referencia, un abrigo. Y si yo encontraba, inesperadamente, alguna promesa de otras vidas dentro de sus nidos, hacía de cuenta que no la veía para no malograr los huevos.



¡Y cómo amaba a esos pajaritos! Eran signos de puntuación haciendo pausas en el vacío y en las sospechas. Cuando venían, en bandada o solitarios, mi corazón dejaba de latir para no asustarlos. Mi cuerpo se quedaba inmóvil para no impedir sus búsquedas. Mi respiración interrumpida hacía surgir una calma necesaria para inaugurar una libertad más definitiva. Y mis manos cruzadas prometían que solamente los tocaría con la mirada. Pensaba que para amar un pajarito solamente bastaban los ojos. Pero sufría una picazón incómoda en la palma de la mano. Eran ganas de peinar sus plumas con mis dedos.



Pero había en aquel tiempo, entre tantos otros, un pajarito que amaba más que al resto. Él llegaba transportado por un vuelo raso. Se posaba sobre una grada de la terraza, mirando para todos lados. Parecía que quería estar solamente conmigo, según pensaba yo con vanidad. Después me pedía permiso para entrar, como si fuera necesario. Yo, que aguardaba ansioso su presencia, recibía su llegada como si Dios me visitara. Percibiendo mi consentimiento, pisaba el ladrillo frío e limpio. Andaba con cuidado para no lastimarse. Conocía los peligros del suelo. En el aire no existe un camino trazado, todo el espacio es dirección. En la tierra se soportan muchos obstáculos. No me pedía nada, ese amigo amado, ni se mostraba interesado en migajas. Nuestra felicidad más grande era: estar cara a cara, sin miedo ni interés. Traía una canción en su garganta, pero nunca pude escucharla. Él apreciaba en silencio mi terraza y la amaba por lo que había en ella de frío, y limpio y por la quietud.



Pero nunca supe su dirección. Debía vivir cerca, entre los abrazos de las hojas con el tejado. Bastaba que llegara la tarde para que se escondiera, de improviso, entre las ramas y el tejado. Nunca me decía adiós. Debía creer que la vida era para siempre y que después de cada día habría otro, eternamente. Tampoco yo reflexionaba sobre el tiempo, aunque muchas veces oía hablar del cielo, lugar en el que todos vivirían para siempre, entre ángeles. Y era fácil para el pajarito volverse ángel. Ya tenía alas, levedad y música.



Así vivíamos. Nuestra terraza era un lugar de visitas. En ella, la naturaleza, en silencio, florecía, crecía, cambiaba de acuerdo con las estaciones. Y mi amigo pajarito calentaba, con su amor, el frío y limpio paisaje. Aunque fuera pequeña, nuestra terraza escondía polen, exhalaba perfume, permitía la brisa, asistía a la maduración de los frutos y recibía el día y la noche sin prejuicios. Mi terraza no dormía. Había siempre rumores de vida en progresión, insectos entre sus follajes y sombras, ruidos de raíces en crecimiento. Bastaba tener oídos para escuchar.



Todo sucedió en una única mañana. Me desperté temprano con la madrugada entrando en mi cuarto por las rendijas de la ventana. Una nostalgia incómoda me hizo levantar sin pereza. Salí para la terraza cargado de un espanto todavía desconocido. No recuerdo haber soñado. Siempre tuve miedo de la verdad de los sueños. Pero, como un pajarito, presentía que el invierno había llegado. Miré el piso y vi un pequeño revoltijo de plumas. Liberé mi corazón que comenzó a latirme en todo el cuerpo. Mis piernas temblaron y por un instante intenté convencerme de que todo era un engaño. Me acerqué más, con los ojos empañados de pérdida y miedo.



Allí descansaba mi pajarito, cubierto de plumas e inmóvil. Me quedé encogido en una esquina de la terraza, ahora más fría y limpia. No sabía quién estaba más muerto. Al poco tiempo, un vacío fue apoderándose de mi mundo. Abrí las manos y el pajarito no se asustó. Se quedó quieto, sin más posibilidades de vuelos, sin necesidad de nido, sin alegrarse con mi presencia. No pensé en peinar sus plumas con mis dedos. Continué fiel a nuestras promesas. El agua de mis ojos me trajo a la boca el gusto del mar. Mi cuerpo entero se ahogaba en una tristeza exagerada. No había remedio capaz de remediar su partida, sollocé. Intenté consolarme imaginando un cielo con ángeles y alas, sin días ni noches. Pero nada ablandaba mi luto. Lloré despacito como si fuese posible olvidar con las lágrimas la ausencia de un amor definitivo.



Entre mis tesoros había una cajita de cartón colorido, estampada con nubes y estrellas. La busqué sin revelar a nadie su destino. La llené con algunas hojas traídas por el viento, humedecidas por el rocío. Traté de hacer suave su último nido. A la vuelta de la casa había un cantero de flores. Elegí una sombra y cavé una pequeña fosa.



Puse en el fondo el cuerpo de mi amigo, ahora sin canto ni vuelo. Lo cubrí con tierra, ternura y desaliento. Encontré una piedra redonda y blanca como un huevo y la coloqué sobre el lugar. Prometí a mi amigo nunca revelar su partida ni susurrar sobre nuestra amistad. Solamente para mí guardaría esa nostalgia tan grande. Pasé el resto del día, situado en la terraza techada, fría y limpia, sin ojos para nada más. Mi corazón estaba lleno de vacío. Cuando la noche llegó me fui a la cama definitivamente solo, sin tener siquiera la esperanza como compañera. Ni siquiera futuro. Con el cubrecama enrollé mi cuerpo entero. Y en la oscuridad de la primera noche, en la cruda soledad, solamente un pensamiento cruel y claro me acompañaba: hasta el pajarito pasa.






sábado, 5 de mayo de 2012

miércoles, 14 de marzo de 2012

Poemas de Walt Whitman, para 2º año

Canto a mí mismo, Walt Whitman           
                          
 l
Me celebro a mí mismo y me canto a mí mismo,
Y de lo que presumo tú presumirás,
Porque cada átomo que me pertenece también te pertenece.

Vago e invito a mi alma,
Me recuesto y vago a gusto observando un brote de hierba estival.

Mi lengua, cada átomo de mi sangre, gestados por este suelo, este  aire,
Engendrado aquí por padres engendrados aquí por padres de igual condición, y sus padres lo mismo,
Yo, ahora, con treinta y siete años, en perfecto estado de salud, comienzo,
Esperando no cesar hasta morir.

Con credos y escuelas en suspenso,
Me aparto por un tiempo, saciado de lo que son, pero nunca olvidándolos,
Albergo el bien o el mal, le permito hablar a cada peligro,
A la naturaleza sin freno con su energía originaria.

                                        48

He dicho que el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma,
Y nada, ni Dios, es más grande para uno que lo que uno mismo es,
Y quienquiera que camina un estadio sin benevolencia, camina hacia su propio funeral envuelto en su mortaja,
Y tú o yo, sin un diezmo en los bolsillos vacíos, podemos comprar lo mejor de la tierra,
Y para dar un vistazo con un ojo o mostrar una aluvia en su vaina se confunde el aprendizaje de todos los
          tiempos,
Y no hay comercio ni empleo sin que el hombre joven que lo persiga pueda convertirse en un héroe,
Y no hay objeto tan blando que no pueda ser  el eje del universo rodado,
Y digo a cualquier hombre o mujer "Permítele a tu alma erigirse fresca y compuesta ante un millón de universos".

Y digo a la humanidad "No sean curiosos acerca de Dios",
Porque yo que soy curioso sobre todo, no soy curioso sobre Dios,
(Ninguna frase puede decir cuánto estoy en paz acerca de Dios y acerca de la muerte).

Oigo y contemplo a Dios en cada objeto, aunque finalmente no lo comprendo,
Ni comprendo quién puede ser más maravilloso que yo.

¿Por qué debería desear ver a Dios mejor que este día?
Veo alguna cosa de Dios en cada hora de las veinticuatro, y en cada momento entonces,
En las caras de los hombres y las mujeres veo a Dios, y en mi propia cara reflejada en el vidrio,
Encuentro cartas de Dios tiradas en la calle, y cada una está firmada con el nombre de Dios,
Y las dejo donde están, porque sé que, dondequiera que vaya, otras vendrán puntualmente  por los siglos de los siglos.




viernes, 9 de marzo de 2012

Razones, de El cuarteto de Nos (para 1º año)

Razones, de “El cuarteto de Nos”
(Roberto Musso)


No soy fácil no, no estoy dócil no,
no estoy cordial ni sensato, no tengo ninguna razón para estarlo
No estoy calmo no, no estoy sobrio no
no estoy alegre ni claro, no tengo ninguna razón para estarlo.


Que voy a estar dócil, si vino un imbécil a hacerme difícil una noche fácil
Se piensa que es ágil, pero es medio fósil y obviarlo es inútil, justo que estoy frágil
Sé que soy débil y medio volátil y que como un púgil, mi lucha es estéril
que venga un inútil, a hacerse el versátil, me deja inmóvil como el doctor Jekyll.


Voy a estar dúctil, si cuenta tan grácil que va a en su automóvil fumando un Dunhill
y que tuvo un par de problemas en Nashville, uno eréctil y otro bursátil
No le anda el portátil, para enviar un e-mail, jugar al play móvil, leer un facsímil
Y mi mente fértil, cuestiona muy hábil ese símil de vida tan inverosímil.


No soy fácil no, no estoy dócil no
no estoy cordial ni sensato, no tengo ninguna razón para estarlo
No estoy calmo no, no estoy sobrio no
no estoy alegre ni claro, no tengo ninguna razón para estarlo


Que voy a estar sobrio, si todo es tan turbio, prefiero estar ebrio y sin equilibrio
como dice el proverbio, allá en mi suburbio perdí mi manubrio, pero no masco vidrio
El futuro es sombrío y soy puro nervio, parezco un disturbio entre un bosnio y un serbio
Lo digo con brío, pero sin resabio que todo es un bodrio sin pecar de soberbio


Que voy a estar calmo, no voy palmo a palmo y siempre le pido peras al olmo
a veces reclamo y no me reprimo si en mi casa hay un grumo, ya sería el colmo
este tramo de trama yo no lo filmo y si hay uno lo oprimo en la cabeza de un yelmo
esto no es una promo y ya estoy al extremo, de rezar como un plomo un salmo a San Telmo.


No soy fácil no, no estoy dócil no
no estoy cordial ni sensato, no tengo ninguna razón para estarlo
No estoy calmo no, no estoy sobrio no
no estoy alegre ni claro, no tengo ninguna razón para estarlo.


Que voy a estar claro, si todo es tan duro y aunque ya ni lloro, a veces suspiro
y como un bolillero puede ser certero, entre tanto entrevero poder dar un giro
Será pasajero, este clima tan raro porque en el apuro nada es duradero
y mis días que eran de oro y zafiro, ahora son un tesoro yendo al sumidero


Sé que no quiero seguir en lo oscuro ni del futuro quedar al amparo
igual que un vampiro frente a un justiciero o un carcelero en seguro de paro
y a pesar que es impuro este juego grosero, no le disparo ni me retiro
no soy un cordero a matar con cianuro, soy un guerrero y todavía respiro


No soy fácil no, no estoy dócil no
no estoy cordial ni sensato, no tengo ninguna razón para estarlo
No estoy calmo no, no estoy sobrio no
no estoy alegre ni claro, no tengo ninguna razón para estarlo


Que voy a estar sobrio si todo es.....

martes, 6 de marzo de 2012

PAUTAS DE TRABAJO 2012

Lengua y literatura
Profesora Marcela Testadiferro
Ciclo lectivo 2012

Pautas de trabajo de la materia



  1. Cumplimiento de las tareas:
Los alumnos deberán resolver en la carpeta (no en el libro) todas las actividades propuestas como tarea por la profesora. En caso de no cumplir con estas actividades, los alumnos serán disculpados hasta dos veces por trimestre. Luego de estas dos disculpas, el incumplimiento será evaluado con un 1 (uno), que será promediado con el resto de las instancias de evaluación.

  1. Contenidos actitudinales:
Las actitudes que los alumnos manifiesten en clase, tanto positivas, como negativas, serán evaluadas mediante una nota conceptual trimestral que será promediada con el resto de las instancias de evaluación.

  1. Inasistencias:
Los alumnos no podrán ausentarse sin justificación los días de evaluaciones escritas avisadas. Si lo hacen, un adulto responsable deberá comunicarse con la institución para avisar la causa de tal ausencia y posteriormente el alumno acercará el documento pertinente. Si los alumnos no cumplen con estas pautas, no tendrán la posibilidad de rendir en una fecha alternativa la evaluación y serán calificados con un 1 (uno).
Por otro lado, en caso de inasistencias programadas, los alumnos deberán comunicar a la profesora sobre ellas con anticipación para reprogramar las evaluaciones.

  1. Ortografía y prolijidad:
Estos aspectos serán tomados en cuenta en todas las instancias de evaluación.

  1. Lecturas obligatorias:
Es indispensable que los alumnos lean los textos propuestos por la cátedra en su totalidad. El análisis de la estructura o el conocimiento los temas no compensan la falta de lectura. Este criterio será esencial para todas las evaluaciones.




NOTIFICACIONES:
La firma de este documento implica el conocimiento de las pautas.



            Firma del alumno/a              Firma del responsable