martes, 17 de junio de 2014

TP Género Lírico 2º A

Trabajo práctico individual - 2º año A – Lengua y literatura – Año 2014
Profesora: Marcela Testadiferro  Tema: Género lírico

Normas a cumplir:
  • El trabajo deberá ser entregado en una carpeta rígida o semirrígida.
  • El trabajo deberá ser tipeado en máquina  de escribir o con un procesador de texto. La tipografía deberá ser Times New Roman, tamaño 12, con interlineado sencillo.
  • El trabajo podrá entregarse hasta el 10 de julio.
  • Fecha de devolución: hasta el 18 de agosto.

Consignas a realizar:
1)      Leer la entrevista a David Foenkinos  y responder:
a.       ¿Qué descubrimiento hizo el autor después de escribir la novela?
b.      ¿Por qué tiene una opinión positiva de Yoko?
c.       ¿Por qué piensa que si Lennon siguiera vivo habría ganado el Premio Nobel de la Paz?
d.      Foenkinos habla del sufrimiento de Lennon y de su violencia. ¿Con qué situaciones de la novela vinculás el lado violento del músico?
2)      A partir de la lectura de “Imagine” escribí un análisis de la letra de al menos 8 líneas.
3)      Escribí un poema cuyo tema sea el amor entre Jonh y su madre, de al menos 8 versos, y que incluya las palabras: soledad, distante, óxido.

4)      Elegí una canción de The Beatles que te guste y analizala. El análisis debe relacionarse con el contenido y los recursos poéticos utilizados. (Por favor imprimir la letra.)

domingo, 15 de junio de 2014

"La muerta", para 2º

LA MUERTA, de Guy de Maupassant

¡La había amado desesperadamente! ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria.
Voy a contarles nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo mundo.
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí!
Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío!¡Dios mío!
¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me marché de allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje.
*
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación -nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte-, me invadió tal oleada de nostalgia y de pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya entre aquellas cosas, entre aquellas paredes que la habían encerrado y la habían cobijado, que conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de su aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para marcharme, y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí para poder contemplarse todos los días de la cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas veces... tantas veces, tantas veces, que el espejo tendría que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal -en aquel liso, enorme, vacío cristal- que la había contenido por entero y la había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro!
Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con esta breve inscripción:
«Amó, fue amada y murió.»
¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo, y un extraño y loco deseo, el deseo de un amante desesperado, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una solución, me puse en pie y empecé a vagabundear por aquella ciudad de la muerte. Anduve y anduve. Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones que ven la luz del día al mismo tiempo, beber agua del manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.
¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra. ¡Adiós!
Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana.
Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas y sombrías ramas. Esperé, agarrándome al tronco como un náufrago se agarra a una tabla.
Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar suavemente, lentamente, silenciosamente, hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí encontrar de nuevo la tumba de mi amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas como un ciego buscando su camino. Toqué las lápidas, las cruces, las verjas de hierro, las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude encontrarla!
No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de mí, a mi alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza, en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor, pero no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir.
Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se estaba moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz pude leer:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.»
El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.»
Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían sido atormentadores de sus vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos, aquellas hijas castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía ignorar, mientras estaban vivos.
Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido de que la encontraría inmediatamente. La reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la cruz de mármol donde poco antes había leído:
«Amó, fue amada y murió.»
Ahora leí:
«Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»

Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento.

Trabajo práctico individual 2º B, 2014

Trabajo práctico individual - 2º año B – Lengua y literatura – Año 2014
Profesora: Marcela Testadiferro  Tema: Género lírico

Normas a cumplir:
  • El trabajo deberá ser entregado en una carpeta rígida o semirrígida.
  • El trabajo deberá ser tipeado en máquina  de escribir o con un procesador de texto. La tipografía deberá ser Times New Roman, tamaño 12, con interlineado sencillo.
  • El trabajo podrá entregarse hasta el 7 de julio.
  • Fecha de devolución: hasta el 18 de agosto.

Consignas a realizar:
1)      Leer la entrevista a David Foenkinos y   responder:
a.       ¿Qué destaca el novelista acerca de la importancia de Lennon como músico?
b.      ¿Qué prueba ofrece Foenkinos para demostrar que es una biografía real?
c.       ¿Cuál fue la importancia de Yoko para Lennon, según Foenkinos?
d.      ¿Por qué el periodista dice que Lennon tenía la intención de convertirse en “la Greta Garbo del rock”?
3)      A partir de la lectura de “Imagine” escribí un análisis de la letra de al menos 8 líneas.
4)      Escribí un poema cuyo tema sea el amor entre Jonh y Yoko, de al menos 8 versos, y que incluya las palabras: veneno, desconfianza, libertad.
5)      Analizá este poema, incluido en el film “El lado oscuro del corazón”, de Eliseo Subiela. El análisis debe relacionarse con el contenido, los recursos poéticos utilizados y su pertenencia a la poesía de vanguardia.
No te salves, de Mario Benedetti
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
            no te salves
no te llenes de calma

no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios

no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo



 
pero si
            pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana

y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
            entonces
no te quedes conmigo


 
 



lunes, 14 de abril de 2014

jueves, 6 de marzo de 2014

Antología de poemas para 2º A y B



Antología poética
2º año
Profesora Marcela Testadiferro
2014



Canto a mí mismo, Walt Whitman           
                          
 l
Me celebro a mí mismo y me canto a mí mismo,
Y de lo que presumo tú presumirás,
Porque cada átomo que me pertenece también te pertenece.
 
Vago e invito a mi alma,
Me recuesto y vago a gusto observando un brote de hierba estival.
 
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, gestados por este suelo, este  aire,
Engendrado aquí por padres engendrados aquí por padres de igual condición, y sus padres lo mismo,
Yo, ahora, con treinta y siete años, en perfecto estado de salud, comienzo,
Esperando no cesar hasta morir.
 
Con credos y escuelas en suspenso,
Me aparto por un tiempo, saciado de lo que son, pero nunca olvidándolos,
Albergo el bien o el mal, le permito hablar a cada peligro,
A la naturaleza sin freno con su energía originaria.
 
                                        48
 
He dicho que el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma,
Y nada, ni Dios, es más grande para uno que lo que uno mismo es,
Y quienquiera que camina un estadio sin benevolencia, camina hacia su propio funeral envuelto en su mortaja,
Y tú o yo, sin un diezmo en los bolsillos vacíos, podemos comprar lo mejor de la tierra,
Y para dar un vistazo con un ojo o mostrar una aluvia en su vaina se confunde el aprendizaje de todos los
          tiempos,
Y no hay comercio ni empleo sin que el hombre joven que lo persiga no pueda convertirse en un héroe,
Y no hay objeto tan blando que no pueda ser  el eje del universo rodado,
Y digo a cualquier hombre o mujer "Permítele a tu alma erigirse fresca y compuesta ante un millón de universos".
 
Y digo a la humanidad "No sean curiosos acerca de Dios",
Porque yo que soy curioso sobre todo, no soy curioso sobre Dios,
(Ninguna frase puede decir cuánto estoy en paz acerca de Dios y acerca de la muerte).
 
Oigo y contemplo a Dios en cada objeto, aunque finalmente no lo comprendo,
Ni comprendo quién puede ser más maravilloso que yo.
 
¿Por qué debería desear ver a Dios mejor que este día?
Veo alguna cosa de Dios en cada hora de las veinticuatro, y en cada momento entonces,
En las caras de los hombres y las mujeres veo a Dios, y en mi propia cara reflejada en el vidrio,
Encuentro cartas de Dios tiradas en la calle, y cada una está firmada con el nombre de Dios,
Y las dejo donde están, porque sé que, dondequiera que vaya, otras vendrán puntualmente  por los siglos de los siglos.
 

Las flores del mal, de Charles Baudelaire


31
Una carroña
Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía,
aquella templada mañana estival:
al doblar el sendero, una carroña infame
sobre un lecho sembrado de piedras;

las patas en alto, como una mujer lúbrica,
destilando un ardiente veneno,
se abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de miasmas.

Abrasaba el sol sobre aquella podredumbre,
como para acabar de cocerla,
y devolver a la Naturaleza una centena
de aquello que había unido una vez.

Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
expandirse como una flor.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
creíste caer desmayada

Danzaban las moscas sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de larvas, que se deslizaban como un espeso líquido
por esos vivientes despojos.

Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
podría decirse que el cuerpo, de un soplo animado,
se multiplicase y estuviera vivo.


Y este mundo producía una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que rítmicamente se agita
y gira encerrado en la criba.

Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, que el artista acaba
solamente a través el recuerdo.

Detrás de las rocas, una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
y hozar en su carne.

-Y, sin embargo, igual serás que esta basura,
que esta infección horrible,
estrella de mis ojos, claro sol de mi vida,
tú, mi pasión, ¡mi ángel!

¡Sí! tú serás así, oh, reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando bajo la hierba y la vegetación,
enraícen tus huesos.

Entonces, ¡oh, mi belleza!, diles a los gusanos
que a besos te devorarán,
que yo guardé la forma y la esencia divina
de mis descompuestos amores.




33
El Vampiro
Tú que como una cuchillada
entraste en mi doliente corazón,
tú que, en tromba, cual un rebaño
de demonios, ornada y loca,

De mi alma humillada vienes
a hacer tu lecho y tu dominio;
-Infame a quien estoy unido
como el forzado a su cadena,

corno al juego el jugador,
como a la botella el borracho
como al gusano la carroña,
-¡Oh, maldita seas, maldita!

Solicité a la veloz espada
la conquista de mi libertad
y rogué al pérfido veneno
que socorriese mi cobardía.

Mas ¡ay! espada y veneno
despreciándome, me han dicho:
"No mereces que te arranquen
de esa maldita esclavitud,

¡imbécil! Si de su imperio
nuestro esfuerzo te librara,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro".


72
EL APARECIDO
Como un ángel de fieros ojos
Me apareceré en tu alcoba
Deslizándome en silencio
Con las sombras de la noche.

Y allí te daré, bruna mía,
Besos fríos como la luna
Y caricias de serpiente
Que en una fosa se arrastra.

Cuando llegue la lívida mañana,
mi hueco vacío encontrarás
Y helado seguirá hasta la noche.

Como otros por la ternura,
Sobre tu juventud y tu vida,
Yo quiero reinar por el miedo.


Epílogo
Con el corazón contento, he subido a la montaña
desde donde se puede contemplar la ciudad en su amplitud,
hospital, lupanares, purgatorio, infierno, presidio,
en la que toda enormidad florece como una flor.

Quería embriagarme con la enorme cortesana
cuyo encanto infernal me rejuvenece sin cesar.

Tanto si duermes todavía en las sábanas de la mañana,
pesada, oscura, constipada, como si te pavoneas
en los velos de la noche, guarnecidos de oro fino,

te amo, ¡oh, capital infame! Cortesanas
y bandidos, a menudo ofrecéis placeres
que no comprenden los vulgares profanos.


El spleen de París, de Charles Baudelaire
“Embriáguense”

            Hay que estar siempre ebrio. Nada más: ése es todo el asunto. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que les fatiga la espalda y los inclina hacia la tierra, tienen que embriagarse sin tregua.
            Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como quieran. Pero embriáguense.
            Y si alguna vez, en las escalinatas de un palacio, sobre la hierba verde de una cuneta, en la lúgubre soledad de su habitación, se despiertan, habiendo disminuido o desaparecido la embriaguez, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregunten qué hora es;  y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, les contestarán: «¡Es la hora de embriagarse! ¡Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, embriáguense; embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como quieran.»



Adiós
¡El otoño ya! ¿Pero por qué añorar un eterno sol, si estamos empeñados en el descubrimiento de la claridad divina, lejos de las gentes que mueren en las estaciones?
El otoño. Nuestra barca, alzándose en las brumas inmóviles, gira hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme con su cielo maculado de fuego y lodo. ¡Ah, los harapos podridos, el pan empapado de lluvia, la embriaguez, los mil amores que me han crucificado! ¡De modo que nunca ha de acabar esta reina voraz de millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Yo me vuelvo a ver con la piel roída por el fango y la peste, las axilas y los cabellos llenos de gusanos y con gusanos más gruesos aún en el corazón, yacente entre desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morir allí ... ¡Qué horrible evocación! Yo detesto la miseria.
¡Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!
A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por encima de mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Yo he creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Pues bien! ¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador desvanecida!
¡Yo! ¡Yo que me titulara ángel o mago, que me dispensé de toda moral, soy devuelto a la tierra, con un deber que perseguir y la rugosa realidad para estrechar! ¡Campesino!
¿Estoy engañado? ¿Sería para mí la caridad hermana de la muerte?
En fin, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y vamos.
¡Pero ni una mano amiga! ¿Y dónde conseguir socorro?
Sí, la nueva hora es, por lo menos, muy severa.
Pues yo puedo decir que alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbidos de fuego, los suspiros pestilentes, se moderan. Todos los recuerdos inmundos se borran. Mis últimas añoranzas se escabullen: celos de los mendigos, de los bandoleros, de los amigos de la muerte, de los retardados de todas clases. ¡Si yo me vengara, condenados!
Hay que ser absolutamente moderno.
Nada de cánticos: conservar lo ganado. ¡Dura noche! La sangre seca humea sobre mi rostro, y no tengo cosa alguna tras de mí, ¡fuera de ese horrible arbolillo!... El combate espiritual es tan brutal como las batallas de los hombres; pero la visión de la justicia es sólo el placer de Dios.
Entre tanto, estamos en la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real ternura. Y a la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
¡Qué hablaba yo de mano amiga! Es una buena ventaja que pueda reírme de los viejos amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas embaucadoras -he visto allá el infierno de las mujeres-; y me será permitido poseer la verdad en un alma y un cuerpo.

Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno

Unión libre
 Mi mujer con cabellera de llamaradas de leño
con pensamientos de centellas de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes de un tigre
mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última
 magnitud
con dientes de huella de ratón blanco sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y vidrio frotados
mi mujer con lengua de hostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lengua de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes escritos por un niño
con cejas de borde de nido de golondrina
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero
y de cristales empañados
mi mujer con hombros de champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
mi mujer con muñecas de cerillas
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de nido de escalarias
con brazos de espuma de mar y de esclusa
y de combinación de trigo y molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de iniciales
con pies de manojos de llaves
con pies de pájaros en el momento de beber
mi mujer con cuello de cebada sin pulir
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en el lecho mismo del torrente
con senos nocturnos
mi mujer con senos de montículo marino
mi mujer con senos de crisol de rubíes
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
 mi mujer con vientre de apertura de abanico de los días
con vientre de garra gigante
mi mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo vertical
con espalda de azogue
con espalda de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lustro y de plumas de flecha
y de canutos de pluma de pavo real blanco
de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero y de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego.

André Breton

Encargo
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día, saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
Lo que nadie te pide: las espinas
Hasta el hueso. Arráncame esta cara infame, oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
Julio Cortázar (Salvo el crepúsculo)


AMANTES

 una flor
   no lejos de la noche
   mi cuerpo mudo
     se abre
a la delicada urgencia del rocío
     
      Alejandra Pizarnik



LA PALABRA QUE SANA, de Alejandra Pizarnik
         Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.


Poema 21

Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.

Oliverio Girondo, Espantapájaros



Ellos son poderosos
No digas que tienes sed, porque te darán un vaso con tu sangre.
No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados.
No digas que tienes sueño, porque te coserán con hilo los párpados.
No digas que amas a alguien, porque te traerán su corazón putrefacto.
No digas que quieres al mundo, porque multiplicarán los incendios.
No digas que buscas a Dios, porque te llenarán de brasas la boca.
No digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos, porque en cada gota celeste inocularán pestilencia.
William Ospina


 Amorosa anticipación

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y
 tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o  silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud
absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.

Montevideo
Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.

Jorge Luis Borges, Luna de enfrente, 1925

 ODA A LA TRISTEZA

TRISTEZA, escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.                                        
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.

Pablo Neruda, Odas elementales



Imagine, John Lennon (1971)


Imagine there's no heaven 
it's easy if you try 
no hell bellow us 
above us only sky. 

Imagine all the people,living for today 
imagine there's no country's 
it is'nt hard to do 
nothing to kill or die for 
and no religion to. 

Imagine all the people,living life in peace. 

You may say im a dreamer 
but im not the only one 
i hope someday youll,join us 
and the world will be as one. 

Imagine no possesions 
i wonder if you can 
no need for greednor hunger 
a brother hood of men. 

Imagine all the people,cheering all the world. 

You may say im a dreamer 
but im not the only one 
i hope someday youll join us 
and the world will live as one.