Antología
poética
2º año
Profesora
Marcela Testadiferro
2014
l
Me celebro a mí mismo y me canto a mí mismo,
Y de lo que presumo tú presumirás,
Porque cada átomo que me pertenece también te pertenece.
Vago e invito a mi alma,
Me recuesto y vago a gusto observando un brote de hierba estival.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, gestados por este suelo, este aire,
Engendrado aquí por padres engendrados aquí por padres de igual condición, y sus padres lo mismo,
Yo, ahora, con treinta y siete años, en perfecto estado de salud, comienzo,
Esperando no cesar hasta morir.
Con credos y escuelas en suspenso,
Me aparto por un tiempo, saciado de lo que son, pero nunca olvidándolos,
Albergo el bien o el mal, le permito hablar a cada peligro,
A la naturaleza sin freno con su energía originaria.
48
He dicho que el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma,
Y nada, ni Dios, es más grande para uno que lo que uno mismo es,
Y quienquiera que camina un estadio sin benevolencia, camina hacia su propio funeral envuelto en su mortaja,
Y tú o yo, sin un diezmo en los bolsillos vacíos, podemos comprar lo mejor de la tierra,
Y para dar un vistazo con un ojo o mostrar una aluvia en su vaina se confunde el aprendizaje de todos los
tiempos,
Y no hay comercio ni empleo sin que el hombre joven que lo persiga no pueda convertirse en un héroe,
Y no hay objeto tan blando que no pueda ser el eje del universo rodado,
Y digo a cualquier hombre o mujer "Permítele a tu alma erigirse fresca y compuesta ante un millón de universos".
Y digo a la humanidad "No sean curiosos acerca de Dios",
Porque yo que soy curioso sobre todo, no soy curioso sobre Dios,
(Ninguna frase puede decir cuánto estoy en paz acerca de Dios y acerca de la muerte).
Oigo y contemplo a Dios en cada objeto, aunque finalmente no lo comprendo,
Ni comprendo quién puede ser más maravilloso que yo.
¿Por qué debería desear ver a Dios mejor que este día?
Veo alguna cosa de Dios en cada hora de las veinticuatro, y en cada momento entonces,
En las caras de los hombres y las mujeres veo a Dios, y en mi propia cara reflejada en el vidrio,
Encuentro cartas de Dios tiradas en la calle, y cada una está firmada con el nombre de Dios,
Y las dejo donde están, porque sé que, dondequiera que vaya, otras vendrán puntualmente por los siglos de los siglos.
Las flores del mal, de Charles Baudelaire
31
Una carroña
Una carroña
Recuerda aquel
objeto que vimos, alma mía,
aquella templada mañana estival:
al doblar el sendero, una carroña infame
sobre un lecho sembrado de piedras;
las patas en alto, como una mujer lúbrica,
destilando un ardiente veneno,
se abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de miasmas.
Abrasaba el sol sobre aquella podredumbre,
como para acabar de cocerla,
y devolver a la Naturaleza una centena
de aquello que había unido una vez.
aquella templada mañana estival:
al doblar el sendero, una carroña infame
sobre un lecho sembrado de piedras;
las patas en alto, como una mujer lúbrica,
destilando un ardiente veneno,
se abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de miasmas.
Abrasaba el sol sobre aquella podredumbre,
como para acabar de cocerla,
y devolver a la Naturaleza una centena
de aquello que había unido una vez.
Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
expandirse como una flor.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
creíste caer desmayada
Danzaban las moscas sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de larvas, que se deslizaban como un espeso líquido
por esos vivientes despojos.
Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
podría decirse que el cuerpo, de un soplo animado,
se multiplicase y estuviera vivo.
Y este mundo producía
una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que rítmicamente se agita
como el agua corriente y el viento,
o el grano que rítmicamente se agita
y gira encerrado en la criba.
Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, que el artista acaba
solamente a través el recuerdo.
Detrás de las rocas, una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
y hozar en su carne.
-Y, sin embargo, igual serás que esta basura,
que esta infección horrible,
estrella de mis ojos, claro sol de mi vida,
tú, mi pasión, ¡mi ángel!
¡Sí! tú serás así, oh, reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando bajo la hierba y la vegetación,
enraícen tus huesos.
Entonces, ¡oh, mi belleza!, diles a los gusanos
que a besos te devorarán,
que yo guardé la forma y la esencia divina
de mis descompuestos amores.
Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, que el artista acaba
solamente a través el recuerdo.
Detrás de las rocas, una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
y hozar en su carne.
-Y, sin embargo, igual serás que esta basura,
que esta infección horrible,
estrella de mis ojos, claro sol de mi vida,
tú, mi pasión, ¡mi ángel!
¡Sí! tú serás así, oh, reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando bajo la hierba y la vegetación,
enraícen tus huesos.
Entonces, ¡oh, mi belleza!, diles a los gusanos
que a besos te devorarán,
que yo guardé la forma y la esencia divina
de mis descompuestos amores.
33
El
Vampiro
Tú que como una cuchillada
entraste en mi doliente corazón,
tú que, en tromba, cual un rebaño
de demonios, ornada y loca,
De mi alma humillada vienes
Tú que como una cuchillada
entraste en mi doliente corazón,
tú que, en tromba, cual un rebaño
de demonios, ornada y loca,
De mi alma humillada vienes
a hacer tu lecho y tu dominio;
-Infame a quien estoy unido
como el forzado a su cadena,
corno al juego el jugador,
como a la botella el borracho
como al gusano la carroña,
-¡Oh, maldita seas, maldita!
Solicité a la veloz espada
-Infame a quien estoy unido
como el forzado a su cadena,
corno al juego el jugador,
como a la botella el borracho
como al gusano la carroña,
-¡Oh, maldita seas, maldita!
Solicité a la veloz espada
la conquista de mi libertad
y rogué al pérfido veneno
que socorriese mi cobardía.
Mas ¡ay! espada y veneno
despreciándome, me han dicho:
"No mereces que te arranquen
de esa maldita esclavitud,
¡imbécil! Si de su imperio
nuestro esfuerzo te librara,
tus besos resucitarían
que socorriese mi cobardía.
Mas ¡ay! espada y veneno
despreciándome, me han dicho:
"No mereces que te arranquen
de esa maldita esclavitud,
¡imbécil! Si de su imperio
nuestro esfuerzo te librara,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro".
72
EL
APARECIDO
Como un ángel de fieros ojos
Me apareceré en tu alcoba
Deslizándome en silencio
Con las sombras de la noche.
Y allí te daré, bruna mía,
Besos fríos como la luna
Y caricias de serpiente
Que en una fosa se arrastra.
Cuando llegue la lívida
mañana,
mi hueco vacío encontrarás
Y helado seguirá hasta la
noche.
Como otros por la ternura,
Sobre tu juventud y tu vida,
Yo quiero reinar por el
miedo.
Epílogo
Con el corazón
contento, he subido a la montaña
desde donde se
puede contemplar la ciudad en su amplitud,
hospital,
lupanares, purgatorio, infierno, presidio,
en la que toda
enormidad florece como una flor.
Quería
embriagarme con la enorme cortesana
cuyo encanto
infernal me rejuvenece sin cesar.
Tanto si
duermes todavía en las sábanas de la mañana,
pesada, oscura,
constipada, como si te pavoneas
en los velos de
la noche, guarnecidos de oro fino,
te amo, ¡oh,
capital infame! Cortesanas
y bandidos, a
menudo ofrecéis placeres
que no
comprenden los vulgares profanos.
El spleen de París, de Charles
Baudelaire
“Embriáguense”
Hay
que estar siempre ebrio. Nada más: ése es todo el asunto. Para no sentir el
horrible peso del Tiempo que les fatiga la espalda y los inclina hacia la
tierra, tienen que embriagarse sin tregua.
Pero
¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como quieran. Pero embriáguense.
Y si alguna vez, en las
escalinatas de un palacio, sobre la hierba verde de una cuneta, en la lúgubre
soledad de su habitación, se despiertan, habiendo disminuido o desaparecido
la embriaguez, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al
reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo
que canta, a todo lo que habla, pregunten qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el
pájaro, el reloj, les contestarán: «¡Es la hora de embriagarse! ¡Para no ser
esclavos martirizados del Tiempo, embriáguense; embriáguense sin cesar! De
vino, de poesía o de virtud, como quieran.»
Adiós
|
¡El otoño ya!
¿Pero por qué añorar un eterno sol, si estamos empeñados en el descubrimiento
de la claridad divina, lejos de las gentes que mueren en las estaciones?
El otoño. Nuestra
barca, alzándose en las brumas inmóviles, gira hacia el puerto de la miseria,
la ciudad enorme con su cielo maculado de fuego y lodo. ¡Ah, los harapos
podridos, el pan empapado de lluvia, la embriaguez, los mil amores que me han
crucificado! ¡De modo que nunca ha de acabar esta reina voraz de millones de
almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Yo me vuelvo a ver con la
piel roída por el fango y la peste, las axilas y los cabellos llenos de
gusanos y con gusanos más gruesos aún en el corazón, yacente entre
desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morir allí ... ¡Qué
horrible evocación! Yo detesto la miseria.
¡Y temo al
invierno porque es la estación de la comodidad!
A veces veo en el
cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por encima de
mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas
matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los
dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes,
nuevas lenguas. Yo he creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Pues bien!
¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de
artista y de narrador desvanecida!
¡Yo! ¡Yo que me titulara
ángel o mago, que me dispensé de toda moral, soy devuelto a la tierra, con un
deber que perseguir y la rugosa realidad para estrechar! ¡Campesino!
¿Estoy engañado?
¿Sería para mí la caridad hermana de la muerte?
En fin, pediré
perdón por haberme nutrido de mentira. Y vamos.
¡Pero ni una mano
amiga! ¿Y dónde conseguir socorro?
Sí, la nueva hora
es, por lo menos, muy severa.
Pues yo puedo
decir que alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbidos de fuego,
los suspiros pestilentes, se moderan. Todos los recuerdos inmundos se borran.
Mis últimas añoranzas se escabullen: celos de los mendigos, de los
bandoleros, de los amigos de la muerte, de los retardados de todas clases.
¡Si yo me vengara, condenados!
Hay que ser
absolutamente moderno.
Nada de cánticos:
conservar lo ganado. ¡Dura noche! La sangre seca humea sobre mi rostro, y no
tengo cosa alguna tras de mí, ¡fuera de ese horrible arbolillo!... El combate
espiritual es tan brutal como las batallas de los hombres; pero la visión de
la justicia es sólo el placer de Dios.
Entre tanto,
estamos en la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real
ternura. Y a la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las
espléndidas ciudades.
¡Qué hablaba yo de
mano amiga! Es una buena ventaja que pueda reírme de los viejos amores
mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas embaucadoras -he visto allá
el infierno de las mujeres-; y me será permitido poseer la verdad en un alma
y un cuerpo.
|
Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno
Unión libre
Mi
mujer con cabellera de llamaradas de leño
con
pensamientos de centellas de calor
con
talle de reloj de arena
mi
mujer con talle de nutria entre los dientes de un tigre
mi
mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última
magnitud
con
dientes de huella de ratón blanco sobre la tierra blanca
con
lengua de ámbar y vidrio frotados
mi
mujer con lengua de hostia apuñalada
con
lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con
lengua de piedra increíble
mi
mujer con pestañas de palotes escritos por un niño
con
cejas de borde de nido de golondrina
mi
mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero
y
de cristales empañados
mi
mujer con hombros de champaña
y
de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
mi
mujer con muñecas de cerillas
mi
mujer con dedos de azar y de as de corazón
con
dedos de heno segado
mi
mujer con axilas de marta y de bellotas
de
noche de San Juan
de
ligustro y de nido de escalarias
con
brazos de espuma de mar y de esclusa
y
de combinación de trigo y molino
mi
mujer con piernas de cohete
con
movimientos de relojería y desesperación
mi
mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi
mujer con pies de iniciales
con
pies de manojos de llaves
con
pies de pájaros en el momento de beber
mi
mujer con cuello de cebada sin pulir
mi
mujer con garganta de Valle de Oro
de
cita en el lecho mismo del torrente
con
senos nocturnos
mi
mujer con senos de montículo marino
mi
mujer con senos de crisol de rubíes
con
senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi
mujer con vientre de apertura de abanico de los días
con
vientre de garra gigante
mi
mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo vertical
con
espalda de azogue
con
espalda de luz
con
nuca de canto rodado y de tiza mojada
y
de caída de un vaso en que acaban de beber
mi
mujer con caderas de barquilla
con
caderas de lustro y de plumas de flecha
y
de canutos de pluma de pavo real blanco
de
balanza insensible
mi
mujer con nalgas de greda y amianto
mi
mujer con nalgas de lomo de cisne
mi
mujer con nalgas de primavera
con
sexo de gladiolo
mi
mujer con sexo de yacimiento aurífero y de ornitorrinco
mi
mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi
mujer con sexo de espejo
mi
mujer con ojos llenos de lágrimas
con
ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi
mujer con ojos de pradera
mi
mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi
mujer con ojos de bosque eternamente bajo el hacha
con
ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego.
André
Breton
Encargo
No me des
tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día, saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día, saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la
cruel ceremonia del tajo,
Lo que nadie te pide: las espinas
Hasta el hueso. Arráncame esta cara infame, oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
Lo que nadie te pide: las espinas
Hasta el hueso. Arráncame esta cara infame, oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
Julio Cortázar (Salvo el
crepúsculo)
AMANTES
una flor
no lejos de
la noche
mi cuerpo
mudo
se abre
a la
delicada urgencia del rocío
Alejandra Pizarnik
LA PALABRA QUE SANA, de Alejandra Pizarnik
Esperando
que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se
forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar,
ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra
cosa.
Poema
21
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.
Oliverio Girondo,
Espantapájaros
Ellos son poderosos
No digas que tienes sed, porque te darán
un vaso con tu sangre.
No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados.
No digas que tienes sueño, porque te coserán con hilo los párpados.
No digas que amas a alguien, porque te traerán su corazón putrefacto.
No digas que quieres al mundo, porque multiplicarán los incendios.
No digas que buscas a Dios, porque te llenarán de brasas la boca.
No digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos, porque en cada gota celeste inocularán pestilencia.
No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados.
No digas que tienes sueño, porque te coserán con hilo los párpados.
No digas que amas a alguien, porque te traerán su corazón putrefacto.
No digas que quieres al mundo, porque multiplicarán los incendios.
No digas que buscas a Dios, porque te llenarán de brasas la boca.
No digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos, porque en cada gota celeste inocularán pestilencia.
William Ospina
Amorosa anticipación
Ni la intimidad
de tu frente clara como una fiesta
ni la
costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y
tácito y de niña,
ni la
sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor
tan misterioso
como mirar
tu sueño implicado
en la
vigilia de mis brazos.
Virgen
milagrosamente otra vez por la virtud
absolutoria
del sueño,
quieta y
resplandeciente como una dicha que la memoria
elige,
me darás esa
orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a
quietud,
divisaré esa
playa última de tu ser
y te veré
por vez primera, quizá,
como Dios ha
de verte,
desbaratada
la ficción del Tiempo,
sin el amor,
sin mí.
Montevideo
Resbalo por tu tarde como el cansancio
por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
Jorge
Luis Borges, Luna de enfrente, 1925
ODA A LA TRISTEZA
|
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
Pablo Neruda, Odas elementales
Imagine, John Lennon (1971)
|
it's easy if you try
no hell bellow us
above us only sky.
Imagine all the people,living for today
imagine there's no country's
it is'nt hard to do
nothing to kill or die for
and no religion to.
Imagine all the people,living life in peace.
You may say im a dreamer
but im not the only one
i hope someday youll,join us
and the world will be as one.
Imagine no possesions
i wonder if you can
no need for greednor hunger
a brother hood of men.
Imagine all the people,cheering all the world.
You may say im a dreamer
but im not the only one
i hope someday youll join us
and the world will live as one.