El pibe de los astilleros
Fue unos meses a Caseros y su “strato” roja
se hizo el torbellino que hoy suena en la radio.
La ceniza no caía desde su cigarro
y estaba en sus ojos desarmándote.
Alquiló una rana rubia, tibia y haragana
se moría de ganas de matarla
una linda damita de Concordia
el más bello fuselaje que jamás lustró.
Le hizo un par de promesas imprudentes
y así fue que de ella se aburrió.
Las minitas aman los payasos
y
la pasta de campeón.
El pibe de los astilleros nunca se rendía
tuvo un palacete por un par de días.
Rapiñaba montado a los containers
el maldito amor que tanto miedo da.
Fue por una lluvia que realmente moje
(que pusiera fin a su aventura).
Un final feliz para pimpollos
allí estaba, al fin!, acechándolo.
Ciertos reyes no viajan en camello
ellos andan al tranco del amor,
esos tipos soplan con el viento
al
rebaño y su temor.